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Obesidad infantil, un problema real.

by in Consejos, Te interesa 6 de septiembre de 2022

Si algo tiene septiembre, es olor a rutina. La vuelta al cole está a punto de llegar, y en cada casa llueven los suspiros de alivio esperándola. El tiempo con los más pequeños es maravilloso, qué duda cabe, pero a la inmensa mayoría se le termina haciendo un poco largo el verano, estamos cansados, y necesitamos retomar las rutinas, especialmente las rutinas de ellos, y sólo así podremos recuperar las nuestras propias.

El verano es tiempo de descontrol de horarios, de planes infinitos y de muchos helados. Entre tanto «caos» veraniego, se cuelan siempre los excesos que cometemos con la alimentación. De estos excesos somos muy conscientes cuando, al deshacer las maletas y guardar los bikinis hasta el año que viene, nos subimos a la báscula y corroboramos los kilitos que hemos añadido. Sin embargo hay otros excesos que aumentan en verano y de los que se toma menos consciencia: la alimentación de los más pequeños. Hay estudios que hablan de un aumento de peso en verano de los niños, en gran parte debido a que los padres somos más laxos con los horarios y la alimentación, aumentando el riesgo de incrementar las tasas de sobrepeso y obesidad infantil, que ya son, de por sí, un problema real y actual de nuestra sociedad.

Y es que, en los últimos años, los índices no han hecho más que subir si hablamos de obesidad en los niños, fruto de un estilo de vida cada vez menos saludable, más estresante para ellos, y con más adherencia a la comida rápida o los ultraprocesados. Los alimentos calóricos, los azúcares y las grasas han ganado protagonismo en los menús de nuestros hijos. La necesidad de improvisar cenas o meriendas rápidas nos hace recurrir a alimentos más prácticos, mucho menos saludables, que con el tiempo pueden traer nefastas consecuencias para los más pequeños.

Y es que, mientras los adultos responsables no tomemos consciencia y traslademos a los menores los valores nutricionales necesarios para su salud, las piscinas en verano no dejarán de llenarse cada vez de más niños con problemas relacionados con su peso, que en el futuro se podrán traducir en problemas serios de salud física y mental.

El primer paso para combatir esta amenaza es predicar con el ejemplo. Somos el espejo en el que se miran nuestros hijos, por lo que, al igual que lo hacemos con el resto de áreas de la vida, debemos ser un referente para ellos y asumir los riesgos y consecuencias de una mala alimentación. Si en casa mantienen unos buenos hábitos y ven a sus padres mantenerlos, será más fácil que ellos puedan integrarlos de manera natural en el día a día, y no como una elección puntual o esporádica para bajar los kilos en septiembre o enero. Se trata de que adopten una forma de vida.

Es posible que no les gusten determinadas comidas o alimentos, es normal, están desarrollando su paladar y, lejos de obligarles a comer aquello que no les gusta, o consentir que no coman nada de lo que nos les agrada, podemos enseñarles la versatilidad de casi todos los alimentos, mostrarles alternativas y enseñarles a abrir la mente a la hora de comer. Eso facilitará su educación nutricional a lo largo de la vida y les hará mostrar mayor predisposición para probar y dar oportunidades a nuevos sabores y alimentos.

En cuanto al tipo de alimentos, intenta ofrecer siempre alimentos naturales, o procesados de buena calidad. En cuanto a la bebida evita los zumos y las bebidas carbonatadas, acostúmbrales a comer con agua encima de la mesa.

Por último, integra la vida activa y el ejercicio en su rutina. Utiliza una parte del tiempo en familia y de los fines de semana para realizar actividades al aire libre y mantén su cuerpo estimulado. La vida sedentaria es la peor amiga de la salud, y ellos deben aprenderlo desde muy pequeños.

Recuerda siempre que tienes delante a un niño que no deja de crecer y avanzar hacia el adulto que te gustaría que llegase a ser, y ayúdale a conseguirlo.